miedo
enfado - ansiedad - depresión
En ciertos momentos, hemos escuchado la expresión ‘no tengas miedo’ o incluso nos hemos negado a nosotros mismos sentir algo que nos produce temor pero, en realidad, el miedo viene a darte un mensaje:
¿Qué te dice?, ¿de qué te quiere proteger?, ¿qué percibe como una amenaza?
Revisa lo que te dice esta parte de ti.
Es sólo una parte de ti, una de muchas otras.
En algunas ocasiones, el miedo puede ser una buena brújula interna y protegernos de una amenaza real, pero, en otras, nos limita, nos paraliza y nos dificulta relacionarnos con la realidad.
Cuando el miedo nos bloquea y se convierte en protagonista, es importante que comprendamos de dónde viene, cuál es su mensaje y misión.
Seguramente, tu respuesta de miedo tiene sentido si sabemos dónde y cómo surgió, pero ahora ¿estás en la misma situación?, ¿eres la misma persona?, ¿tienes los mismos recursos?
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El enfado es una emoción que quiere poner límites entre tú y el otro. Quiere separar. Quiere tomar distancia.
Es una respuesta natural.
Está bien enfadarse y poner límites.Pero es importante ver la intensidad y la frecuencia con la que se presenta esta emoción. ¿El enfado te permite ver la opción del otro, escuchar su perspectiva y punto de vista?, ¿eres capaz de ponerte en sus zapatos?, ¿te permite negociar o sólo es válida tu opinión y límite?
Cuando el enfado no nos permite frenar aquello que nos amenaza y no nos podemos distanciar de eso, aparece la ansiedad. -
La ansiedad te invade, cada vez se hace más grande y acaba ocupando un espacio que no le toca.
La ansiedad es compañera del miedo y del estrés. Viene a advertirte de algo que percibes como amenazante. Viene a protegerte de tus miedos y preocupaciones.
La ansiedad hace que tu energía mental se movilice, a través del miedo o de pensamientos intrusivos, mandando así señales de peligro a tu cuerpo y a tu mente para activarse y moverse para salir de ahí.
Pero la intensidad y recurrencia con la que lo hace, ¿te permite ver con claridad y actuar de una manera adaptativa para abordar aquello a lo que te enfrentas?
Seguramente, la ansiedad haya cumplido su función de protegerte, pero ¿la forma en la que lo hace ahora se ha convertido en un problema para ti?
Cuando tu mente ha agotado todas sus “herramientas activas” (enfado, ansiedad, pensamientos intrusivos, estrés, control…), utiliza la única herramienta pasiva que le queda: irse hacia adentro. Evitar, esconderse, dejar de luchar.
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Deprimirse es desconectarse.
Te desconectas porque crees que no tienes herramientas suficientes para defenderte ante lo que te duele y amenaza. Y así, dejas de confiar en tus recursos para hacer frente al dolor.
Conectar con la tristeza profunda como constante, es quedarse anclado y atado en lo que fue, en lo que quería que fuera, en lo que podría haber sido… Es quedarse en la sombra del dolor y dejar que te inmovilice.
Y esto también está bien.
Es tu forma de resguardarte, y qué bien que la hayas encontrado. Pero, habitar este lugar como constante, ¿se convierte en un buen refugio o en una jaula oscura de la que no puedes salir?
Sentir esa sensación de vacío, desesperación, frustración y tristeza duele. Pero duele más aún habitarla.